Saturday, June 10, 2006

Mi debilidad de principios

Yo se que no me gusta el futbol. Ya está. Estamos de acuerdo. Pero es una excepción. En principio porque en realidad no me aburre mirarlo. En segundo lugar por mi gran debilidad: la alegría. No la mía, eso es re facil, la de un conjunto de gente. Cuando era pequeño, siempre esperaba ansioso las reuniones familiares desde días antes, organizaba todo, y odiaba que terminaran, que todos se fueran. El hecho es que amo las fiestas, amo las reuniones, y amo los motivos de alegría colectiva en general -aunque los velorios no me disgustan, creo que lo que más me tira es el colectivismo.
Otra debilidad, también relacionada con mi modo de ser patológico, es que amo las ocasiones especiales, amo cuando se pone la alfombra roja, cuando se usa la puerta grande, cuando se ponen en fila los lacayos y cuando se desempolva la vajilla fina. Es por eso que cuanto más especiales, más me gustan. Y cuanto más grandes, mejor. Por eso salir a la calle y que no sea un día como otro, que se sienta en el ambiente la gente apurada para llegar a un lugar, que se vea todo con banderitas (aclaro que la bandera es fea para mi gusto, y no me inunda el fervor patriótico en lo más minimo al ver los colores sosos que la adornan), todo distinto, todo engalanado, me emociona. Excepto las banderas de radio 10 que me dan asco pero eso es otro tema.
Todo esto viene a cuento de explicar que hoy nos juntamos a ver el partido. Hice algo que no había hecho nunca, que fue gritar los goles. Era un objetivo que me había puesto, porque me parecía re de reprimido que no me saliera gritarlos. Y me salió naturalmente. Fue un evento, no fue super festivo pero hacia allí vamos. La verdad que lo que me pasa es que quiero que gane argentina para ver a la gente en la calle. Si perdiendo se lograra ese mismo efecto, querría perder, porque las movilizaciones masivas, aunque sean por un motivo TAN boludo, me ponen la piel de gallina -por eso estudio sociología a lo mejor, para ver cómo provocarlas. Amo las fiestas y amo las ocasiones especiales, aunque su motivo de origen a mi no me interese. ¿Qué más festivo que ganar un mundial? ¿Qué ocasión más especial?
Que se repita lo de las semifinales del 90 que desde todos los balcones del pulmón de manzana les gritabamos (yo no, 5 años) a los de la embajada de Italia que está ahí en Libertador y Billinghurst. Es todo lo que pido. Eso. Nada más.

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