Periodismo en Chicha

Esta mañana pasé con el 102 por Uruguay 753 y me sorprendí ante la presencia de medios de comunicación. Cholulo como soy, y pensando que se estaría casando alguna estrella de cine (en mi fuero íntimo, esperaba ver a Marlon Brando), me puse a tocar el timbre frenéticamente y bajé a los saltos, dejando como saldo un par de viejas paquetas un poco sacudidas por el empujón.
Resultó que lo que ocurría era que en ese mismo momento una pareja de (por ahora) señoritas estaba pidiendo turno para csarse, como se vio en todos los medios durante el día y estará siendo tapa de varios diarios. Siempre interesado en los avatares políticos relevantes, me metí al edificio y, usando mi credencial falsa de periodista, dí con el funcionario que se encargó de negarles el turno para contraer matrimonio a las señoritas Rachid y Castro.
Reservando su nombre por expreso pedido, transcribo la entrevista que le pude hacer.

Martino: ¿Es usted el funcionario que atendió a las señoritas Rachid y Castro?
Funcionario: Si.
M: ¿Les fue otorgado el turno?
F: No. No está permitido, acá las cosas se hacen de una manera.
M: ¿Cuál es el problema?
F: Ese tipo de matrimonios no se celebran. Yo, por lo menos, nunca he sido dado a cambiar las costumbres, y creo que es la forma en que se hacen las cosas en el aparato burocrático en general.
M: ¿Le parece?
F: Vea lo que le tarda un DNI, si no, o una partida de defunción. En la era de la informática, en que se puede ver en vivo y por Internet como achuran a un empleado petrolero en un comando de Al Qaeda en la otra punta del mundo, un DNI le tarda 60 días hábiles. En 60 días hábiles usted puede caer preso por no tener documento, precisar casarse, votar, inscribirse en la DGI, ser testigo en juicio, pero no va a poder. Incluso se puede morir. ¿Usted cuánto piensa que tardamos en dar de baja el DNI anterior y hacer el nuevo? Veinte minutos, se lo digo en confidencia.
M: Me sorprende, lo admito, pero no me queda clara la relación que eso tiene con el matrimonio de estas dos señoritas.
F: A mí tampoco. ¿Ud. por qué tema viene?
M: Nos gustaría saber la razón, el motivo...
F: Ah, sí, las tortas. Me distraigo fácil, sabrá disculpar. Sobre todo cuando estoy atendiendo a alguien. Les dijimos que no se podía, porque acá las cosas son de una manera...
M: Si se interpretan estrictamente las leyes que regulan la sociedad conyugal, no surge explícitamente una prohibición de que la celebren personas de un mismo sexo. Se trata más de un sobreentendido que de un imperativo legal.
F: No, si yo, de leyes, nada. ¿Usted piensa que porque somos el Registro Civil alguien acá entiende algo de derecho civil? ¿O de cualquier otra cosa? Somos burócratas señor, nos dedicamos a comer medialunas y a hacer las cosas a las cansadas, quejándonos, y como se hicieron siempre. Mire ese escritorio, tiene una Underwood del '37. ¿Se usa? No. ¿Se tira? Menos. Ocupa lugar, junta tierra, acá las cosas son así.
M: ¿Pero no tienen un criterio legal?
F: Acá, en la administración pública, no se tienen criterios, se tienen formularios. Si tuviera criterio me habría ido a Miami, como mi primo el Jorge, que por lavar copas le pagan 400 dólares. ¿Acá a alguien le pagan eso por lavar copas? Dígame la verdad. Y allá con 400 dólares se puede alquilar un cuarto en una pensión y comer los días impares. Eso es un país...
M: Sí, bueno, pero entonces explíqueme, si es gustoso, el motivo de su negativa a darles el turno.
F: ¿Usted las vio? Es un atentado a las buenas costumbres que una morocha que todavía se defiende esté con esa gorda monstruosa. Dese cuenta de que algo ahí no anda. Yo no se qué motiva a esa pobre chica a querer pasar la vida con una ballena descomunal, que encima hay que escucharla lo que habla, no para un minuto. En mi Registro eso no va a pasar. Que se casen en La Plata, que allá ya no les importa nada.

(Las opiniones vertidas en este reportaje por el funcionario de turno no reflejan la opinión de los editores de este espacio).