Sunday, April 16, 2006

Ochocientas treinta y nueve palabras sobre los Domingos y los Lunes

Se ha discutido mucho en todos los claustros sobre el problema que nos aqueja una vez por semana -o dos- y que ninguna persona sensible puede eludir: El domingo. No es necesario que abunde en explicaciones sobre la razón por la que este día es un problema: se presenta el mismo caso que con la pena de muerte, la crueldad no es matar a alguien, todo el mundo se muere (si lo sabré ahora que tengo una cana), la crueldad es hacer a la persona condenada cagarse de angustia cuatro años. Los domingos, se ha dicho con justeza, son a la vida del pobre infeliz lo que la pena de muerte a la del condenado; los lunes no son terribles, o no lo son tanto como la angustia de verlo aproximarse con prisa y sin pausa durante 24 horas de ocio sin poder hacer nada al respecto y sin poder disfrutar de no tener que hacer nada (dejemos de lado los casos de los domingos en los que se tiene que estudiar, porque sólo pensarlo me da ganas de tirar el monitor por la ventana y de irle a la zaga, como hiciera aquella vez). Se trata de un día entero por semana, con lo corta que es la vida, dedicado ni a la producción ni al disfrute, sino al sufrimiento. Un disparate.
Muchas de las soluciones planteadas son acotadas y bastante falibles. Es el caso del que sugiere Cau Q.: "pasarla bien". Pasarla bien es imposible cuando uno tiene una parte de la cabeza ocupada en angustiarse. Se la puede pasar más o menos con mucha suerte. Además, para ello hace falta encontrar a una de esas bellezas inconscientes que andan por la vida sin tener idea de la significación del domingo, lo que implica cierto esfuerzo de búsqueda. Sin una de esas bellezas se trataría de dos personas mirándose a la cara tratando de pasarla bien para "ganarle al domingo", empresa destinada al fracaso desde su génesis: para ganarle al domingo hace falta olvidarse completamente de que lo es. Por fin, no hay suficientes bellezas como para acompañar a todos los neuróticos, con lo cual la solución se hace acotada a una cantidad reducida de afortunados.
Es en este marco aparentemente desesperante que hace su aparición -luego de miles de años de aceptación de este modo bíblico de ordenar los días- la luz de la novedad, el genio del artista intelectual que rompe con los esquemas de los mediocres para implantar un cambio de raíz, una revolución, un giro copernicano, una buena idea. La idea se puede resumir en dos palabras: Lunes Sorpresa. Con un lunes sorpresa el lunes seguiría siendo una cagada, pero desaparecería esa angustia dominguera que tan bien va con comer de más y engordar en balde. El domingo per se dejaría de existir como concepto para dejarle su lugar a un día útil, ya sea en la producción o en el ocio. Supongamos que uno se levanta un día a las siete, prende la radio, y se entera de que es lunes. Puteará media hora, una, dos, pero finalmente se resignará y saldrá para el laburo con la energía puesta en llegar al que, supone, será viernes. Ahora, claro, a veces el lunes tendría que caer luego de tres días de estar trabajando, si no no sería sorpresa, pero de ninguna manera es peor laburar diez días al hilo que aguantarse un domingo por semana. Es una cuestión de eficiencia: Nos estamos gastando un día en pasarla mal.
Acepto, no soy necio, que puede traer algunos problemas de implementación en un principio. Para no hablar de las resistencias que seguro despertará entre las iglesias y los sectores conservadores, verdaderas lacras de toda sociedad. Es un costo que estamos (disculpenme si doy por descontada la adhesión de mi público) dispuestos a pagar, pero veamos las ventajas de modo objetivo, pesemos las ventajas y las desventajas. En un mundo donde la comunicación es instantánea, debemos preguntarnos ¿hace falta saber cuándo va a ser lunes?. La respuesta es evidente, con avisarlo a todo el resto del planeta alcanza. Todos se enteran de que es lunes, todos salen a trabajar, trabajan la cantidad de días que sea necesario, y cuando llega el fin de semana, nunca se sabe lo que va a durar. Pensemos en la cara de nuestros hijos -en mi caso, una hija de seis años- al enterarse de que a pesar de que hace cinco días que no van al colegio HOY TAMPOCO van a ir porque no es lunes.
A quienes digan, como me han dicho, que es un plan demasiado complicado, les ruego que reflexionen: No se trata de un plan, se trata de lo contrario, de desplanificación, espontaneidad, sorpresa, alegría, Vida. Por eso propongo que me contacten para solicitar la planilla e invitar a firmar a todos sus amigos, y de este modo imponer por una vez un debate sobre el bien común en un parlamento poco acostumbrado a ello. Forcemos el plebiscito y votemos SI a los lunes sorpresa.
Gracias.

4 Comments:

Blogger du.so.fí. said...

voto a favor!

8:50 AM  
Blogger J. said...

No sé demasiado bien de qué va la cosa, pero te apoyo, OBVIO.
Beso.

7:30 PM  
Anonymous Anonymous said...

voto a favor

10:28 PM  
Blogger J. said...

Parece que Blogger finalmente se interpuso entre nosotros y una nueva entrega de tu genialidad.
Pero la puta madre, ayer a mí se me portó como la misma mona, diría mi madre (que, de hecho, el sábado me dijo que era una boluda de la talla de Nicole Neuman y una serie de cosas más, como, "Ay, qué horror, Josefina, qué vergüenza, a lo que hemos llegado". Es una mujer muy dark).
Bueno, estoy en el trabajo y ya terminé lo mío (y no me repusieron la Coca Light, te comento).
Besito.

8:32 AM  

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