Friday, August 24, 2007

Pequeña *

¿Sabe, hermano, y disculpe que lo moleste a esta hora, por qué estoy yo acá?
Yo era un joven exitoso, me sentia bien con mi vida. Bebía, sí, desde chico, pero solo a la noche, despues de terminar con todo lo que tenía que hacer. Me premiaba. El problema empezo cuando un dia, en lugar de premiarme, me quise castigar... no viene al caso por qué, pero fue por una chica. Evelyn de nombre, Pequeña de apellido. Y de edad.
Ese dia no me premié, porque me faltaba algo para sentir que había cumplido, me puse nervioso, me dije: Martino, tomate una grapa para consolarte. Y ahí está el problema hermano, cuando la grapa es para consolarse. Porque si es por consolarse, siempre algo pasa, y si es por la Evelyn Pequeña, siempre estoy desconsolado.
¿Me entiende, hermano?

* Fragmento de un levante exitoso.

Thursday, August 16, 2007

Lo prometido endeuda

Con lo que está subiendo el dolar, es conveniente pagar las deudas contraidas en el extranjero, antes de que se hagan imposibles de remontar. Es por eso que, como me comprometí a contarles de mis vacaciones, y allá dentro de mi rutina entraba escribir unas líneas antes de cenar para compartirlas con ustedes, paso sin más a reproducir algunas partes del racconto de mis vacaciones en el Brasil. Y al que no le guste que no las lea.



Día Cero:

Lo primero que pensé al llegar, tras demasiadas horas de viaje, a este destino final es imposible recordarlo. Pero lo segundo fue: "Qué bien que elegí el lugar. Así es el paraíso".

Se trata de una reserva natural de un millón y medio de metros cuadrados, con una importante presencia de vegetación, monos e iguanas. Se extiende a la vera de un acantilado que da sobre la playa que, en 10 o 15 metros de arena, recorta el continente.

Las instalaciones son cómodas, si bien no lujosas, y se encuentran unidas entre sí por un serpenteante camino, ya que se extiende por distintos puntos de la reserva, todos ellos con vista sobre el acantilado. Nos reciben con sonrisas y tragos tropicales, que son francamente un asco. Ya atardece y estamos exhaustos, pero nos retiramos a acomodar nuestros cuerpos para la cena con la inconfundible sensación de que no hay lugar sobre la tierra en el que preferiríamos estar.

Día Dos:

Mientras desayunábamos cayó la lluvia de la mañana, luego de la cual una mejora notable en el clima nos llevó a visitar (¡Por fin!) la playa. Pronto empezó la lluvia de las 11 hs., que nos tuvo media hora acurrucados bajo un chiringuto, pero a las 11.30 salió un radiante sol que 15 minutos más tarde ya nos empujaba al mar medio cocinados.

Las olas gigantes me obsequiaron una involuntaria limpieza salina de vías respiratorias y los golfinhos se retiraron temprano. A poco de salir, la lluvia de las 12.30 hs. nos encontró poco preparados y debimo subir apurados, mojados de agua salada y mojándonos con dulce, los 196 escalones irregulares que traen de vuelta. Nos retiramos al porche para la cervecita del mediodía y luego, alentados por el esquivo sol que se adivinaba, partieron varios y yo dispuse a dormir mi siestita paraguaya. A la hora de levantarme vi que llovía torrencialmente y -esta vez- definitivamente, y seguí durmiendo hasta la noche en la más abrigada cama. ¡Cómo cansa el mar!

Día Tres:

Concordantemente con la lluvia que trocó su intermitencia de ayer en definitiva constancia, empecé a leer Cien Años de Soledad. Sin embargo, ya resignado a una semana pantanosa, a las 11 hs. me sorprendió una claridad que duró todo el día, dando por tierra con mis planeadas siestas paraguayas; excitando moscas, lagartijas y petrebuitres que se asomaron a reclamar un territorio suyo por tradición y persistencia; así como quemándome media cara (la mitad que da al oeste, ahora de modo permanente).

La presencia desestabilizadora y subversiva del sol, debo decir, me hizo extrañar por un momento la tranquilidad de la lluvia, lo cual demuestra a las claras que no hay poronga que me venga bien. Lo curioso es que creo que nos pasaba a todos. Roberto, nostálgico de tiempos más simples, expresó su resignada predisposición al cambio con un profundo y conmovedor "Martín".

Día Cinco:

Más reconciliado con el nuevo statu-quo climático, me encontró la tarde tomando sol del lado menos quemado (mío) y a modo de compensación. La jornada fue, por lo demás, tranquila y señalada por la ausencia de casi todos los compañeros de hospedaje.

Si "Muerte en Venecia" no modera sus apariciones, hago una locura. Empiezo a encontrar visos de maldad en esa chica.

Día Seis:

El sol nos arrastró 196 escalones hacia abajo, donde esta vez reinaba la paz. La falta de misericordiosa lluvia me sigue alejando de la siesta, reemplazándola con una miserable lectura a la sombra, en el porche. Llueve de noche, pero de día apenas pasa una nube más gris o más baja que las otras, que antes de llegar a infundir esperanzas ya ha desaparecido.

Día Siete:

Acaso gracias a que terminé Cien Años de Soledad, acaso gracias a que la lluvia, por fin, concedió una mañana de siesta total, me siento mucho más en contacto con la realidad y de mejor humor. Buenas noticias desde casa me hacen pensar en volver, aunque los aeropuertos acá siguen complicados. Voy a tomarme unos días más en soledad para reconciliarme con mi vida.

Día Ocho:

Obedeciendo a quién sabe qué secreto designio, la mañana se presentó espléndida de radiante sol, en combinación orquestada con un mediodía nuboso y una tarde indecisa, de modo de permitir un buen rato al sol, unas cervezas y horas de lectura, sucesivamente. Un best-seller lleno de historias cruzadas hizo el resto para completar un día poco menos que ideal. Mi conexión con la realidad mejora y estoy dejando de prestarle atención a esas malditas voces.
Hoy estamos de festejo y me siento lindo. Puede pasar cualquier cosa.

Día Nueve:

Nubes. Patrick, Danielle, Isabella y Francesca se han ido dejando una escueta nota. El clima de final de fiesta se hace palpable en el silencio y la soledad de la selva. Hoy no hubo playa, ni piscina, ni libro, ni nada más que este silencio y esta enorme, incontenible ausencia. Parece el gran hermano esto.

Día Diez:

Sol espléndido. Caminata y baño de mar de mañana. Siesta paraguaya y piscina de tarde. Roberto nos trajo un rico almuerzo que comimos mirando el esmeralda oceánico.
Hice arreglos para volver a la civilización, pero no se sabe a ciencia cierta si lo lograremos. En cualquier caso, después de un día como hoy, partir es morir un poco.
De la vida que dejamos aquí, sobrevivirá una memoria engañosa, cada vez más nublada con el paso de los años. Acaso el recuerdo que de nosotros se queden aquellos con los que compartimos esta experiencia. También, como remembranza incompleta y tendenciosa, pero aunque sea inmutable, estas líneas que dan cuenta de las luces y sombras de la vida en el paraíso.


Friday, August 03, 2007

Mudanzas

Están, por un lado, las cosas que había que llevar desde San Benito a Soldado de la Independencia. Por otro lado, las que había que llevar desde San Benito a Las Heras y las que había que llevar de Belgrano a San Benito.
También las que iban de Belgrano a Soldado de la Independencia y las que iban de Belgrano a Las Heras y las que iban de Belgrano a mi casa. Y las que iban de mi casa a Soldado, y las que iban de Soldado a Armenia, y las que iban de Las Heras a Armenia.
Para no decir las que iban de Av. de Mayo a Diagonal Norte, las que iban de Av. de Mayo a mi casa y las que iban de Diagonal Norte a mi casa. O, por ponerte un ejemplo, las que iban de Belgrano a Retiro. O las que iban de Retiro a Soldado de la Independencia.

No quiero ni aclarar que además había que mudar bibliotecas libros y muebles de un despacho de mi trabajo a mi nuevo despacho, donde había también que tirar pilas y pilas de papeles que lo ocupaban, previa selección manual y rotura manual de cada uno por las dudas. Papeles de la década del setenta, con un poquito de tierra. Que me da alergia.

Además me rompieron el vidrio y me robaron el estéreo, lo cual me importa una mierda, pero tuve q andar con frio y lluvia en el auto hasta Urquiza, Belgrano y mi casa, y llegué un poco pachucho.

En fin, estoy cansado.

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